Hoy en día, la adquisición, el branding y distribución de regalos promocionales dentro de las campañas de marketing de las empresas, ocupan una parte fija del presupuesto, ya que a saber de muchos expertos en marketing o de acuerdo a la propia experiencia de los departamentos de marketing de las empresas, de las agencias de publicidad o medios especializados como Informa BTL; este tipo de objeto representa siempre un incentivo comercial que alienta al cliente de la marca a nutrir su relación de forma emotiva y psicológica al representar un “reconocimiento especial” por la preferencia que ha tenido hacia sus productos o servicios, reforzando su lazo con la marca y justificando aún más su elección.
Por otra parte, para aquellos que aún se encuentran en la fase de “cliente potencial”, prospecto o consumidor ideal, representa una especie de elemento persuasivo y hasta cierto punto seductor, que la marca puede usar como promesa del beneficio a largo plazo y de la importancia que la marca le da a cada consumidor que decide hacerse un cliente fijo, es uno de esos pluses a la calidad que oferta y algo que nadie más puede ofrecer, ya que la carga simbólica de la marca va a implícita en el objeto.
Claro que esta apuesta por convertir usando como ancla los regalos promocionales puede ser únicamente, el caso de que el propio objeto se use en alguna campaña o evento de activación para alguna apertura o por la propia promoción de un nuevo producto para intentar posicionarlo. En este sentido, es obvio que este último, representa una apuesta que la propia marca hace para lograr la conversión y nunca hay garantía al 100% de que en todos los casos esos regalos promocionales lograran convertir. Por eso en muchos casos, las marcas optan por ofrecerlo una vez que el consumidor se ha convertido en cliente, usando el promocional como un extra para un comprador casual o esporádico con la intención de motivarlo a comprar aunque sea una vez, que conozca el producto/servicio y ¡voila!
Sin embargo, aunque no hay una garantía total, ciertamente el porcentaje o probabilidad de incremento en las posibilidades de que una estrategia de marketing basada en promocionales funcione tal cual se espera, si puede ser prospectada de forma más objetiva y certera, que jugando a la rayuela demográfica.
¿Cómo se logra una buena estrategia de regalos promocionales?
La respuesta es como siempre, el ABC del marketing; pensar en el público hacia el que queremos dirigirnos (parece obvio pero… ya lo dijo Sherlock Holmes) y adentrándose en las generalidades culturales no solo para identificar de entre todos los productos promocionales que podría escoger una marca y que cumpla tanto un aspecto útil para el público al que desea dirigirse (incluido el lúdico), como que sea acorde al producto o servicio de la marca en sí; sino algo que el público pueda sentir como un objeto de deseo que va más allá de “una chachara más de otra marca que intenta verse bien forzadamente” para que el regalo promocional aporte valor e interés real. No hay que subestimar al cliente tampoco, especialmente cuando se está dando ya un proceso de cambio generacional, de criterio y de valores muy notorio entre las preferencias de los consumidores nuevos y su relación con las marcas.
Puede parecer de poca importancia, pero un insight notorio que todos los que nacieron a finales de los 80’s y durante los 90’s tienen, es que les encantan los productos que incluyen merchandising coleccionable de personajes o series de aquella década (porque infancia), y esto no es gratuito, pues les toco precisamente el boom de los promocionales con ideas innovadoras que supieron explotar la demanda de las animaciones infantiles (y por algunos factores de satisfacción actual), donde el producto principal pasaba por algunos momentos a segundo plano y se volvía el medio para tenerlos, pero que al mismo tiempo estuvo siempre presente en la mente del consumidor por ser la vía y se le confirió una importancia especial por la experiencia misma que daba obtener y usar o coleccionar los regalos promocionales. Sí, nada para espantarse, esta es la realidad de una buena estrategia promocional y vaya que ha funcionado desde entonces.
El marketing de promocionales al igual que otras estrategias más costosas, ha logrado verdaderos cambios en las tendencias de consumo de un producto o servicio cuando se logra entender bien al público objetivo y se le ofrece algo más que un envase para bebidas o un bolígrafo que brilla con un logo bien grandote. Cuando la marca entiende que es lo que le gusta al público, yendo un poco más allá de su producto/servicio y lo ofrece de una forma creativa, con buena dirección y enfoque, siempre se consiguen buenos resultados.
¿Alguien puede negar que los pepsilindros, las pepsicards, los tazos, los hielocos o las villas navideñas no funcionaron en su momento (y algunas aun funcionan hoy en día), ni dejaron la huella suficiente para convertirlos en productos insignia en si mismos? Sin innovar por el momento (¡oh, sacrilegio!), bastaría con preguntar cuántos quisieran de vuelta los pepsilindros (especialmente ahora que el mercado de la nostalgia representa una gran oportunidad de negocio) con diseños de algo que encuentren cercano o de cosas que se han vuelto la marca generacional entre gente más joven, les dejo la propuesta en la mesa, todo depende, ya saben, de la segmentación y el trabajo creativo.
Entonces, entendámonos, la opción de incentivar mediante promocionales funciona muy bien… siempre y cuando se trate más de público, la dirección, la experiencia o literalmente el sabor de boca que te deja en algunos casos (cajita feliz, te estoy oliendo) y menos de autoelogio empresarial. Vale la pena pensarlo.
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